Hoy existe evidencia de que los vehículos a
motor basados en derivados del petróleo contaminan y matan. La respuesta no
podría ser otra: los gobiernos y la sociedad tienen la responsabilidad de
premiar, incentivar y hasta obligar a que productores y usuarios de los
vehículos empiecen a utilizar energías limpias. En el caso de Bogotá y de otras
ciudades cuando se discute ¿cómo serán las características de los buses de
transporte público en los próximos 10 años?, para los ciudadanos debería ser
inaceptable que se propusiera seguir usando diésel. Causa desazón que este tema
solo parece interesar a algunos políticos, académicos y especialistas en
transporte; requerimos involucrar a todos los ciudadanos en estas
discusiones.
La sociedad debe entender que el uso de los
vehículos a motor supone altos costos en términos de salud, medio ambiente y
tiempo de desplazamiento, costos que alguien debe pagar. En la propuesta de
construir ciudades que utilicen energías limpias sobresale el uso de la
bicicleta como una decisión de transporte inteligente que cuida la vida y la
tierra. El uso de la bicicleta conlleva un ahorro para la sociedad.
Luego un reto de los sistemas educativos,
pertinentes al entorno y al desarrollo del territorio, debería ser que la
sociedad reflexione y reconozca los beneficios que tiene para la calidad de
vida de los seres humanos el uso de energías limpias, además, saludables, como
la bici.
Un primer paso es aprender a admirar, a
reconocer y a poner de ejemplo a quienes se bajan del carro y se montan en una
bicicleta. Esta es una decisión vital que toman seres humanos reflexivos para
cuidar la vida y luchar contra el cambio climático. Existe amplia evidencia
para afirmar que la bicicleta es silenciosa, no contamina, ayuda a la salud,
predispone al trabajo y a la solidaridad y es un medio de transporte barato.
Sin embargo, en la sociedad colombiana el
estatus del automóvil prima; basta mirar qué ocurre en los parqueaderos de los
centros comerciales, de conjuntos residenciales y de las empresas. A la
bicicleta se le arruma, el carro se cuida. El espacio en las vías es generoso
para el automóvil, el carro pita y todos nos tenemos que hacernos a un lado.
Sin olvidar los pueblos enteros en Colombia donde la moto manda, sin ningún
tipo de orden y control; allí no hay otro medio de transporte público, el uso
de la bicicleta es limitado y se restringe a los más pobres.
La Secretaría de Salud de México sostiene
que “estudios científicos específicos sobre el uso de la bicicleta han
demostrado beneficios para la salud. Por ejemplo, se ha encontrado que andar en
bici mejora el estado físico, la salud respiratoria y del corazón. Entre los
adultos mayores, el ciclismo parece reducir el riesgo de caídas al mejorar el
balance y la función de las piernas. Además, en lugares como los Países Bajos,
se estima que el ciclismo evita alrededor de 6,500 muertes cada año y aumenta
medio año la esperanza de vida, con las ganancias para la economía que eso
representa”
Dados los indudables beneficios de la
bicicleta, la escuela, la familia, la sociedad y el Estado estamos frente a la
pregunta: ¿cómo lograr que los ciudadanos de manera reflexiva usen la bicicleta
como medio de transporte y en caso de que no la usen respeten y protejan a
quienes toman tan extraordinaria decisión, además de apoyar la reconstrucción
de las ciudades y caminos para su uso? ¡No rotundo al trasporte público que
contamine!.
Tranquilos, no todo es malo, me enorgullece
comentar los logros de Bogotá en el uso de la bicicleta. Según la Secretaría de
Movilidad estamos cercanos a los 500 kilómetros de ciclo rutas, por donde
transitan ciclistas con seguridad y protegidos de motos, carros, buses y
camiones. Emociona ver a miles de personas transitando en bicicleta, la
alcaldía sostiene que el 8 por ciento y que en 15 años habrá más ciudadanos en
biciceta que en carro. Soy usuario de la bici y reconozco que cada vez más en
los cruces y otros sitios de la Ciudad, quienes conducen vehículos a motor
empiezan a respetar a quienes utilizamos este medio de transporte. Además, la
Secretaría de Educación de Bogotá destaca entre sus logros que: “cada día más
de 6.000 estudiantes de sistema educativo oficial van al colegio en bicicleta”.
Por último, el ciclista merece toda clase
de consideraciones, pero de manera especial que se reconozca su vulnerabilidad
frente a toda clase de vehículos y motos, así como de los pillos. A futuro la
legislación debe considerar que atacar o maltratar a un ciclista es un gran
atento contra la sociedad. Según RCN, en 2017 se robaron más de 3.300
bicicletas en Bogotá, este año ya van más de 1.000, ¡no hay derecho!
Los buses, camiones y vehículos con motores
diésel también matan a los ciclistas, sin atropellarlos. Invito a seguir en la lucha, a caminar un
poco más, a usar la bici y a bajarnos del carro particular, hasta donde eso sea
posible y la seguridad lo permita. Al final, la bici ganará.
https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/educacion-para-cuidar-el-planeta-por-angel-perez/257599